La nena

Se levanta de un sueño que solo le permite dar pasos cortos y dubitativos. Por tercera noche consecutiva, no logra dormir bien. Abre los ojos entre el pánico y las lágrimas por nacer. La nena no está bien, ella lo sabe y sabe que nada puede hacer. Evita mirarse pero no lo logra, se encuentra frente al espejo e intenta disimular su disgusto. Recorre su cuerpo y no puede entender cómo alguien es capaz de compartir la cama con ella. Bueno, sí lo sabe, por amor no es. Traga saliva y unos cuantos gritos ahogados, busca una manta y otro sitio para quedarse hasta que salga el sol.

A las 9 la llama su asesor y ella está atrasada. Tiene problemas para abrocharse el pantalón y la obligan a usar tacones. Se maquilla pero las grietas sobre su piel ya no son cómplices de engaños. Sonríe con miedo frente al espejo mientras practica las respuestas incompletas que dará por televisión nacional. Se despide del hombre con el que había compartido la noche, él continuaba entre las sábanas.

No sabe por qué está en ese sitio, bueno, sí lo sabe. La silla que ahora ocupa ha perdido credibilidad progresivamente y ella fue la única entusiasmada por probar algo que de otra forma no alcanzaría. Pero está preocupada, tiene miedo, siente zozobra en cada pasillo que recorre. La nena se encuentra con su entrevistador y desayuna un plato distinto: una primicia que le tendría las horas contadas en el puesto y dejaría su reputación por el suelo.

Al salir del canal la nena intenta llamar a su tío, el que le enseñó qué hacer, su verdadero maestro. Pero había un problema y es que meses antes ella lo había desconocido frente a todos. Lo señaló perniciosamente y cortó cualquier vínculo o admiración pasada con él. La nena como buena política hizo borrón y cuenta nueva con sus convicciones o principios. Dio su último mensaje, recibió insultos y se abrigó del anonimato. Quien la había puesto en ese sitio no respondió una llamada más, quien la había puesto en ese sitio ahora públicamente se refería a ella como la impostora.

La nena se transformó en un cuadro gris que nadie quería colgar en la pared. Su tío vio todo el bochornoso espectáculo desde su exilio, con una cerveza en mano se limitó a sonreír.